RESEÑAS: EL LABERINTO DE LA ARAÑA (SARAY RAMÍREZ, 2024)


 

"EL LABERINTO DE LA ARAÑA"

 

¿A qué espera el mundo de la literatura para colocar en los más altos pedestales a Saray Ramírez?

 

¿Cómo? ¿Que no sabes de quién estoy hablando? No te preocupes, voy a decírtelo una sola vez y no vas a olvidarlo, por tu bien: 

 

Saray Ramírez es la Gran Dama del Thriller español.

 

Desde tiempos ya idos, el debate entre “Gran Literatura” y “pequeña literatura” ha sacudido los salones donde se reúnen autores, lectores, críticos y parásitos literarios. Pero en el fondo, los leyentes vocacionales nos preguntamos: ¿Qué es pequeña literatura y qué es gran literatura? ¿Es grande Cervantes y es pequeño Alan Parks? ¿Es magna Virginia Woolf y es minúscula Fred Vargas? Una sonora mentira, una diatriba falsa creada para polarizar, para atomizar, para crear bandos adversarios. Jorge Luis Borges, el gran maestro argentino, aconsejaba no leer “porque sí”, bajo el empuje del clasicismo o del mercantilismo, sino, muy al contrario, por motivos hedónicos: “El verbo leer, como el verbo amar o el verbo soñar, no soporta el modo imperativo”, aseveraba con total acierto.

 

A Saray Ramírez, como a cualquier otro autor/a, no hay que leerla “porque sí”. Pero cuando se la lee, cuando se desliza la mirada ávida sobre esas hermosas edificaciones literarias suyas, (porque es con apetito como se desliza la mirada cuando nuestras pupilas se posan en las primeras páginas de sus obras), resulta inevitable, necesario, preciso, el acto de leerla.

 

Ya nos invitó a ello con sus obras anteriores, entre las que mencionaré “El escudo de Hugo”, la serie de relatos “In-Terror-Dumbre”, o “El pozo de Granados”, grandísimas muestras todas de su altura literaria. Y no existe otro modo de leerla que no sea el hedónico, porque uno empieza a disfrutar de una excelente literatura desde los primeros compases de las historias que su innegable creatividad nos propone.

 

Saray aúna, ya lo he mencionado en otras ocasiones, buen hacer, calidad, elegancia y respeto por el lector. Novelista independiente, sin el respaldo de editorial alguna, lo cual la sitúa en la trinchera de los valerosos, de los que están en primera línea sin otras armas que su propia impedimenta literaria, Saray lleva algún tiempo dando muy buena muestra de una innata habilidad para entretejer historias que, sin la repercusión mediática de los cientos de obras que pueblan las estanterías de la mayoría de librerías por motivos más allá de lo puramente cualitativo, no tienen nada que envidiar a los fabricantes de bestsellers que pululan por el Planeta Literatura, muchos de ellos (y de ellas) simples juntaletras apadrinados. Saray es una escritora que cuida al detalle sus textos y se la juega en todos y cada uno de ellos, lo que brinda, a quienes disfrutamos de cada obra que edita, la garantía de que lo que va a caer en nuestras manos va a ser lo bastante bueno como para confiar en ella y creernos lo que destilan sus páginas.

 

En esta ocasión, en "El laberinto de la araña," Saray Ramírez teje (como lo haría una verdadera araña) un hilo argumental que no por intrincado es menos cautivador y que explora con minuciosidad la sordidez del alma humana. La historia atraviesa con la misma constancia teatros, juzgados y guetos, fusionándolos en la impagable labor de mostrarnos que conceptos como creatividad y fracaso, inmoralidad y honradez, codicia y laurel conviven y se dan la mano en una realidad que gusta de la ficción para asemejarse menos a sí misma. 

 

En las primeras páginas de este relato, umbral de entrada a un universo que engloba impiedad, integridad e insania a partes iguales, ¿conoceremos? a Hebe, una joven atormentada por un pasado traumático marcado por un hecho que ella misma denomina "el incidente", queriendo atenuar mediante ese eufemismo la carga emocional que conlleva verse obligada a mantenerse alejada de Héctor, su ex marido y la figura central de su vida.

 

Cuando aún los lectores no hemos tenido tiempo de asumir ciertos horrores, entra en escena (nunca mejor dicho) Rubén Torres, actor veterano, brillante pero con algunas dificultades para encontrar un papel a su medida, y que encarna una extraña dualidad entre el resplandor escénico y la oscuridad interior. Él será el madero al que Hebe se aferrará en un intento de salvación desesperado.

 

A partir de este insólito dúo, Saray Ramírez entreteje una línea de sucesos vertiginosa que lleva al lector a no querer detenerse, a seguir los pasos de los personajes y sus intrincadas relaciones, a ahondar en las pesquisas de la investigación liderada por el veterano detective Francisco Moreno (a quien algunos ya tenemos la suerte de conocer), un hombre de principios que pueden resultar discutibles, pero que acreditan una solidez personal que lo llevan a convertirse en una especie de faro moral en medio de un torbellino de engaños e incertidumbres.

 

Esos personajes, tan complejos y creíbles como nos tiene acostumbrados Saray, las conjuras en las que se desempeñan y los espacios que pueblan crean una atmósfera tan gratamente asfixiante que, por momentos, queremos estar dentro, junto a ellos, pero con la garantía de poder permanecer al margen a voluntad para no vernos salpicados por la obscenidad de sus causas y consecuencias. La maestría de Saray radica en su habilidad, a estas alturas indiscutible, para entrelazar las grandes y pequeñas historias personales que se suceden dentro de la narración, manteniendo en todo momento un equilibrio tenso entre la intriga y la revelación gradual, pero no menos cruda, de las reciprocidades entre protagonistas y secundarios.

 

"El laberinto de la araña", en conclusión, no solo es una novela hábilmente ejecutada, sino también un tratado sobre la psique humana confrontada a sus más primitivos instintos. Saray Ramírez demuestra ser una maestra de la ficción literaria, llevando, como siempre hace, a los lectores por un laberinto intrigante de emociones y desvelamientos. Esta obra, y lo digo con total convicción, se erige como un hito en el género, ofreciendo una experiencia lectora memorable que no tiene nada que envidiar, al menos en cuanto a tensión y a pericia de la autora a la hora de tejer su trama, a “Misery”, de Stephen King o a “Iréne”, de Pierre Lemaître, por nombrar dos obras que he tenido la dicha de leer.

 

Saray Ramírez, no me cabe duda, hace gala de cada una de las cualidades con las que todo editor soñaría ante el proyecto de dar a conocer a un autor, y lo demuestra a las claras en este “Laberinto de la araña” que es además, para complacencia de sus lectores devotos —entre los que confieso contarme—, una promesa de más y mejores encuentros con su obra futura, es decir, con la “Gran Literatura” de Saray Ramírez.

 

© Pablo Cabrera 2024

 

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