RESEÑAS: "CARTA DE UNA DESCONOCIDA" (1922) Y "VEINTICUATRO HORAS EN LA VIDA DE UNA MUJER" (1927), DE STEFAN ZWEIG.


"CARTA DE UNA DESCONOCIDA"

En “Carta de una desconocida”, publicada en el año 1922, Stefan Zweig  nos brinda una de sus historias más conmovedoras y más perturbadoras sobre tres temas capitales e íntimamente relacionados: el amor, la obsesión y la indiferencia. La obra, que adopta forma epistolar, condensa en pocas pero intensas páginas un torrente de emociones, presentando un desgarrador contraste entre dos posturas del alma: una, transida de admiración, devoción y entrega incondicional y otra, presidida por el descuido, el olvido y la frialdad.

La premisa de la que parte la historia es sencilla, pero innegablemente devastadora: un escritor, ya en su madurez, recibe una carta de una mujer anónima, quien, encontrándose al borde de la muerte, le confiesa que lo ha amado en silencio durante toda su vida. A lo largo del relato, el lector es mudo testigo del destino trágico de esta mujer, cuyo amor desmedido resulta ser, al mismo tiempo, una condena. Zweig ahonda a través de esa larga carta en la psicología femenina con una precisión incuestionable, mostrando la idealización enfermiza de la remitente de un hombre que, después de haberse alzado como una suerte de ídolo en su vida, ni siquiera la recuerda.

Uno de los mayores logros del relato es su capacidad para generar una profunda compasión sin caer en sentimentalismos fáciles. La protagonista no es una heroína romántica en el sentido clásico, sino un personaje atormentado por su incapacidad de liberarse del sentimiento que la consume. Su amor carece de reciprocidad, pero también de cura. El escritor, por su parte, representa el paradigma de una insensibilidad masculina típica, instalada en un alma egolátrica, ajena a las huellas o las heridas que esa postura vital deja en quienes lo rodean.

Zweig disecciona con maestría la psicología del deseo, la obsesión y el sacrificio. Su estilo, siempre tan fluido y evocador, refuerza la honda intensidad emocional del texto a través de una prosa de una belleza hipnótica y una cadencia que arrastra al lector, como las aguas atrabiliarias de un río literario, a lo largo del monólogo desesperado de la protagonista, cuya carta representa un acto final de dignidad y desahogo, pero también el testimonio de una soledad extrema y desesperada.

“Carta de una desconocida” es, en fin, un poético retrato descarnado del amor unilateral, de la fragilidad de la memoria y del modo en que algunas vidas quedan marcadas para siempre por un sentimiento que jamás tuvo la dicha de ser correspondido. Una obra para leer y revisitar que resuena de manera inevitable en cualquier espíritu dotado de un mínimo de sensibilidad.

"VEINTICUATRO HORAS EN LA VIDA DE UNA MUJER"

Por otra parte, en “Veinticuatro horas en la vida de una mujer”, relato que vio la luz en 1927, el autor nos sumerge en un relato de pasión contenida y desesperación, donde el destino de una mujer se ve trastocado en el transcurso de un solo día. Ejerciendo una vez más su habitual maestría para la introspección psicológica, el autor construye una historia que, no por breve, deja de resultar intensa y reveladora.

La historia parte de una conversación en un hotel, donde un grupo de huéspedes de diferentes nacionalidades y de cierta alcurnia debate sobre la conducta escandalosa de una mujer francesa que ha abandonado a su familia por un amante en circunstancias más que deplorables para la época en la que se desarrolla el relato. Al ver que uno de sus interlocutores defiende con vehemencia la actitud de la mujer contra todo argumento, la verdadera protagonista de esta narración, una aristócrata inglesa ya entrada en años, se siente impulsada a contar su propia historia: un episodio de su juventud en el que, durante veinticuatro horas, fue arrastrada por una pasión irrefrenable.

Tras un encuentro azaroso con un joven jugador compulsivo en Montecarlo, este, abocado a su perdición debido a su mala suerte en el juego, sale del casino con intenciones desconocidas, entre las que se intuye la de acabar con su propia vida. La británica, movida por la compasión y una atracción inesperada, intenta salvarlo de su autodestrucción. Lo que comienza como un acto de altruismo se convierte en una tormenta emocional, donde el deseo, la culpa y el ansia de redención se entrelazan de manera inexorable. Zweig construye con estos materiales una atmósfera asfixiante, en la que cada gesto y mirada adquiere un peso significativo, sin dejar de lado la sensibilidad y el lirismo a los que el autor tuvo siempre (y tiene aún) habituados a sus lectores.

Uno de los grandes aciertos de la obra es la manera en que el autor explora la psicología femenina en una época en la que las emociones y deseos de las mujeres eran reprimidos o ignorados. La protagonista no es una mujer de vida disipada, sino, al contrario, una dama respetable, marcada por la rigidez de las normas sociales, que se enfrenta de manera inesperada y por supuesto, imprevista, al vértigo de una pasión que la desborda y la confronta con su propio bagaje ético. Su dilema particular es fácilmente reconocible en una disyuntiva universal: el choque entre lo que se desea y lo que se considera moralmente aceptable.

El lector, merced al ritmo vertiginoso del texto, es gratamente arrastrado por la angustia y la expectativa, sintiendo en carne propia la desesperación de la protagonista. La obra es un estudio magistral sobre el poder de las emociones desatadas en momentos críticos, cuando el breve lapso de un solo día puede alterar el curso y los patrones de toda una vida.

Zweig, en definitiva, con su habitual maestría, demuestra su capacidad para captar lo efímero y lo trascendental con una misma intensidad en un relato que cuestiona el peso del destino, la fragilidad del autocontrol y el poder de los instantes que nos transfiguran para siempre muy a pesar de nosotros mismos.

© PABLO CABRERA 2025



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